IA y los Canteros de la acción
Hoy, la Inteligencia Artificial o IA está delineando dos trayectorias divergentes en el desarrollo humano, caminos que, por su naturaleza, parecen destinados a permanecer separados: la acción transformadora y el estancamiento mental. Esta revolución no es uniforme en su impacto; para algunos, representa la complacencia y la inercia, un principio de pereza que limita el crecimiento. Sin embargo, para otros, es el catalizador de un despertar, el momento propicio para desatar la imaginación, explotar nuevas ideas y potenciar la creatividad. Es el “¡vamos!” que rompe barreras, abriendo las puertas a inéditas formas de expresión y a un renacer del ingenio humano.
Desde la antigüedad, el intelecto ha sido una fuerza impulsora. En sus inicios, la humanidad exploró la gramática, la lógica y la retórica, sentando las bases del pensamiento organizado. Posteriormente, la aritmética, la geometría, la música y la astronomía emergieron como disciplinas que expandían la comprensión del universo. En cada una de estas etapas, la inteligencia humana demostró su incesante necesidad de conquistar nuevas formas de conocimiento y expresión a medida que el tiempo avanzaba.
La modernidad, con su ritmo acelerado, ha procesado estos patrones históricos para forjar una nueva cúspide de evolución. Se ha desatado una carrera incansable por adquirir nuevos saberes, una invitación a la construcción de una sociedad más justa y dinámica, menos inmovilista. En esta era, los datos adquieren un protagonismo vital, pero su valor reside en su capacidad para alimentar un pensamiento auténticamente crítico. Este pensamiento es el que cumplirá el propósito fundamental de moldear un ser humano con capacidades renovadas, dotado de la agilidad mental necesaria para navegar en un mundo en constante cambio.
El surgimiento de la IA no fue un logro trivial, un simple avance tecnológico. Fue el nacimiento de un Golem moderno, una criatura forjada a partir de la combinación perfecta de la lógica y el cálculo. No obstante, sin los Canteros de la acción —ese vasto acervo de sabiduría, experiencia y matices culturales que se ha transmitido de generación en generación— esta inteligencia artificial carecería de una voz auténtica. No podría crear un nuevo lenguaje, ni sería un “verbo envuelto en luz” capaz de articular el discurso esencial que la actualidad demanda. En este contexto, la construcción de conocimiento y el diálogo significativo deben ser los pilares angulares sobre los que se asiente el progreso.
Es imperativo que los dogmas anquilosados comiencen su retirada. La verdadera pedagogía no consiste en la imposición de verdades, sino en la provocación de la duda, en la generación de inquietudes. Su objetivo primordial es transformar el hábito de la quietud del alma, la complacencia estática, en la agilidad nativa del espíritu, esa chispa que impulsa la curiosidad y el descubrimiento.
La acción creadora es fundamental para mantener la mentalidad ágil y evitar el estancamiento. En alguna ocasión, alguien me recordó que los Canteros de la acción, una institución arraigada en la historia, eran tradicionales y, por ende, debían mantenerse inalterables. Pero surge la pregunta: ¿debemos realmente estancarnos? ¿No fueron acaso los Canteros de otros tiempos, en su esencia, precursores de grandes avances y transformaciones?
Es mi convicción que debemos sacudirnos el polvo de la inercia y avanzar decididamente hacia la acción iluminada. Debemos fomentar los avances, impulsar el progreso y guiar a innumerables individuos hacia un nivel superior de comprensión y capacidad. Los Canteros de la acción deben resurgir, no como un obstáculo al cambio, sino como un faro que guíe la acción pedagógica, recuperando el liderazgo en lo que hoy parece ser la noche de la sociedad. Debemos volver a ser luz, un referente, y no meramente un “club de conversaciones estériles” que rehúye el compromiso con la realidad.
El papel de los Canteros es ineludible: no se trata de reemplazar a los hombres con máquinas, sino de comprender que la IA es ya parte intrínseca de la vida de este siglo. Nuestro verdadero desafío y oportunidad es ser protagonistas activos del futuro, modelando su dirección y su impacto.


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