La Piel de Abraxas

El Tejido de lo Absoluto

Bajo el signo de las siete letras, donde el sol no quema y la sombra no hiela, me envuelvo en la piel que todo lo une.

Ni puro ni impuro, ni esclavo ni dueño, soy el punto donde el rayo encuentra la tierra.

Abraxas, rostro de tiempo y eternidad, anula en mí la guerra de los nombres. Que mi mano derecha reconozca a mi izquierda, que mi ascenso sea tan profundo como mi caída.

Soy el tejido, soy el tejedor, soy la materia hecha misterio. Lo que es arriba, sea en mi carne. Lo que es abajo, sea en mi aliento.

En la Unidad, permanezco.

Hablar de la Piel de Abraxas es hablar de la frontera donde los opuestos dejan de luchar para empezar a danzar. Él es el Dios de las siete letras, aquel que porta el látigo y el escudo, la cabeza del gallo que anuncia el amanecer y las serpientes que se arrastran por el lodo primordial. En su figura, el dualismo se vuelve materia y la contradicción se transforma en poder.

Imaginemos por un momento que el bien y el mal no son fuerzas externas, sino los dos hilos con los que se teje la realidad que habitas. Si tiras demasiado de uno, el tejido se deshace. Abraxas no te pide elegir; te pide ser el telar.

Cuando logras integrar tu sombra más profunda con tu aspiración más elevada, dejas de ser un esclavo del conflicto interno. En ese punto de equilibrio sagrado, donde lo que es arriba se refleja fielmente en lo que es abajo, la dualidad se anula. Lo que queda no es el vacío, sino la Unidad: una fuerza bruta, creadora y destructora a la vez, que no rinde cuentas a la moral humana, sino a la ley universal.

Para aquellos que buscan tocar esta piel mística, propongo un acto de introspección ritual. No busques la luz pura, pues te cegará. No busques la oscuridad total, pues te perderás. Busca el matiz.

El Espacio del Ritual Sitúate en tu altar personal. Coloca dos elementos opuestos frente a ti: una piedra negra recogida de la tierra y una pluma blanca que haya pertenecido al aire. No los separes demasiado; deja que sus campos de energía se toquen en el centro.

La Quietud Intelectual Cierra los ojos y visualiza tu cuerpo dividido por una línea de plata. En tu mano derecha, sostén tu voluntad, tus logros y tu luz. En tu mano izquierda, abraza tus miedos, tus deseos ocultos y tus derrotas.

Siente cómo ambas corrientes fluyen hacia tu plexo solar. No intentes que una venza a la otra. Permite que colisionen. En ese choque de fuerzas, visualiza una piel dorada y escamosa que comienza a cubrirte, una armadura que es a la vez pluma y veneno. Esa es la Piel de Abraxas.

La magia secreta no reside en invocar entidades externas, sino en reconocer que tú eres el receptáculo donde el universo resuelve sus paradojas. Al vestir la Piel de Abraxas, te vuelves intocable para los juicios del mundo cotidiano. Te conviertes en el observador que entiende que para que el sol brille, el abismo debe sostener sus raíces.

Quien conoce las siete letras, conoce el nombre del silencio que grita en el centro de todas las cosas.

En la tradición de los antiguos gnósticos, las siete letras no son solo un nombre, sino una clave numérica y vibratoria que sostiene la arquitectura del cosmos. El nombre ABRAXAS (en griego, ΑΒΡΑΞΑΣ) es un talismán fonético que esconde el secreto del tiempo y la totalidad.

Desde nuestra perspectiva editorial, estas letras representan los pilares sobre los que se asienta el intelecto que ha despertado de la dualidad.

En el sistema griego de la gematría, cada letra posee un valor numérico. Al sumar las siete letras de Abraxas, el resultado es revelador:

  • A = 1
  • B = 2
  • R (Rho) = 100
  • A = 1
  • X (Xi) = 60
  • A = 1
  • S (Sigma) = 200

La suma total es 365.

Este número no es una coincidencia. Representa el ciclo completo del sol, el año solar, la totalidad del tiempo manifestado. Poseer las siete letras es poseer el dominio sobre el tiempo y el destino. Es la cifra de Ra manifestada en la carne; la luz que recorre el cielo mientras sus raíces (las serpientes del nombre) penetran el abismo.

Cada letra es un escalón en la escalera de la consciencia que proponemos en nuestro grimorio:

  1. El Origen: El punto de partida de toda creación.
  2. La Dualidad: El nacimiento del «yo» y el «otro», el altar y el abismo.
  3. La Palabra: El verbo que otorga poder sobre la materia.
  4. El Equilibrio: El centro donde los opuestos se anulan.
  5. La Transmutación: El fuego que purifica la intención.
  6. La Visión: La apertura del ojo que ve en la oscuridad.
  7. La Unidad: El regreso al Todo habiendo integrado la sombra.

Entonces podemos tratar estas letras no como grafemas, sino como frecuencias. Meditar en las siete letras es entender que el universo se rige por siete esferas, siete metales alquímicos y siete rayos de luz. Abraxas es el soberano de todos ellos porque él es la suma de sus contradicciones.

Cuando una persona escribe este nombre en su altar, no está invocando a una deidad externa, está reclamando su soberanía sobre los 365 días del año y sobre cada rincón de su psique.

Hoy, ya no vemos a Abraxas en los altares, pues fue desmembrado por la religión, pero, Abraxas no murió, ni se desvaneció en el olvido: se fragmentó para poder sobrevivir en la sombra.

Cuando el dogma institucional comenzó a perseguir a los que veían la divinidad como una unión de luz y oscuridad, el Dios de las siete letras tuvo que «mutar» para permanecer presente en el intelecto humano.

Abraxas fue «desmembrado» por las religiones modernas. Su parte luminosa, el gallo que anuncia el amanecer, fue entregada a las figuras solares y celestiales. Su parte ctónica, las serpientes que forman sus piernas, fue demonizada y entregada a las profundidades.

Lo que antes era una Unidad Poderosa, se convirtió en una guerra eterna. Sin embargo, para el iniciado, Abraxas sigue vivo cada vez que alguien decide dejar de luchar contra su propia sombra y vuelve a unir lo que el dogma separó.

En el Renacimiento y la era de la Ilustración Oculta, el espíritu de Abraxas mutó hacia la figura de Lucifer (el Portador de la Luz). No como el villano de las fábulas, sino como la chispa del intelecto que busca la verdad más allá de la moral impuesta.

Abraxas era el soberano del tiempo y la materia; Lucifer es el soberano de la mente que despierta dentro de esa materia. Ambos comparten la esencia de la rebelión ante la limitación: Abraxas al ser «Todo» y Lucifer al buscar «Saberlo Todo».

Donde mejor sobrevivió su esencia fue en los laboratorios de los alquimistas. Ellos crearon al Rebis (la cosa doble), un ser hermafrodita que representa la unión perfecta de los opuestos. El Rebis es la mutación silenciosa de Abraxas: la prueba de que el plomo y el oro, lo masculino y lo femenino, lo divino y lo terrenal, son una sola carne.

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